Relatos de Aldo Mazzoni

MIS COMIENZOS

Al finalizar mi recorrida por la “Feria de Piedras Blancas” un domingo como tantos, cerca de donde estaciono comúnmente mi auto, observé un aparato triangular con un tanque al costado, algo muy raro que jamás había visto, por lo que le pregunté al vendedor, cuál era su precio, y me respondió $100, pero como no pasaba por mi mente comprarlo, continué mi camino. Una semana mas tarde, realicé el mismo recorrido, y cuando voy camino para mi auto, veo de nuevo ese aparato, por lo que le realicé la misma pregunta a su dueño, y me contestó lo mismo, que valía $100, pero agregó que lo había traído al Uruguay el primer piloto de avión que había aterrizado por estos lares, historia que me atrapó, y entonces sin dudarlo lo compré. Su marca es “COMET” (1), que nunca la había oído nombrar.

En el correr de la semana, como estaba bastante sucio, lo llevé a lustrar al puesto de Pedro Pomi que tenía un puesto de “cosas de bronce” en la calle 18 de Julio, pero además estaba los sábados en la “Feria de Villa Biarritz” y los domingos en la “Feria de Tristán Narvaja”, en loa que ahora está su hijo Luis. Pasada una semana fui a buscar el COMET ya lustrado e impecable, y ante mi asombro, Pedro me comentó que un cliente suyo, estaba interesado en comprarme el  aparato, por lo que me entrega la tarjeta personal, del Dr. Horacio Baldomir, que le había dejado para que lo contacte.

Dejé pasar unos días para llamarlo, y concretamos una cita en mi oficina de Marina, la calle Misiones, en la Ciudad Vieja de Montevideo. Al poco tiempo de arribar, casi sobre el mediodía, y con un café por medio, la charla nos llevaba a pensar que nos conocíamos de toda la vida. Me contó de su colección, de cómo comenzó, de las diferentes marcas que existían, todo nuevo para mí, ya que yo solo le había puesto atención al primus de mi Abuela. Luego llegó el gran momento, le mostré el aparato marca “COMET”, y se le iluminaron los ojos, además de conté lo del primer aviador, y fue peor. Observándolo, sin perder detalle del mismo, y sin sacarle los ojos de encima, me dice, “si usted lo vende, se lo compro!”, a lo cual le respondí que “no se lo podía vender”. Hizo una mueca de desilusión, pero al instante le dije: “se lo regalo, no se lo puedo vender porque no tiene precio para mi, es un honor que lo tenga en su colección”. Él no sabía como agradecerme. Seguimos conversando y quedamos en vernos en cualquier momento. Pasaron los días, hasta que una mañana me anuncian que el Dr. Horacio Baldomir estaba para verme, inmediatamente lo hice pasar, y en su mano traía una bolsa con  varios primus diferentes de regalo, en ese momento, comenzó mi pasión por el coleccionismo de los primus, a la cual se sumaron los faroles, sopletes, y todas las cosas antiguas de uso común.