Relatos de Aldo Mazzoni

Qué pasaba con el desarrollo técnico

En realidad nada, en el sentido estricto de que la construcción, el aparato de tres patas, que Lindqvist invento todavía se fabrica, solo con cambios insignificantes.

Lo que se produjo a lo largo de los años fue esa enorme de cantidad de variaciones del mismo tema. Se hicieron aparatos de varios tamaños y modelos, cocinas para acampar, montadas de forma práctica en cajas de metal y las denominadas cocinas domésticas, en las que uno o dos recipientes se colocaban bajo un soporte, que paulatinamente se construyo con formas más adecuadas, con bordes esmaltados de blanco como en las modernas cocinas de gas. Una de estas, llamada Primus número 535 (imagen derecha), que produjo en la década de los 60, un repentino reflorecimiento de nuestros marchitos negocios en Alemana Occidental. La explicación estuvo en que los Capitanes de las barcazas del Rhin y de otros ríos, encontraron la cocina adecuada a sus necesidades. Optimus siguió esta evolución desarrollando cocinas aptas para embarcaciones de pesca y de placer; una cocina inoxidable para embarcaciones, es hoy una de sus “naves insignias”.

La construcción del quemador de Lindqvist no parecía una invención imperfectible, una cámara de gasificación, ubicada sobre dos pequeños tubos con forma de estribos, debía transformar el queroseno en gas, liberado por una boquilla. Desde el punto de vista de su fabricación era complicado, con varias uniones soldadas, y los pequeños tubos eran sensibles a las suciedades del queroseno, y se tapaban con bastante rapidez.

Cuando apareció el quemador 100 (1), denominado así porque se le dio el número 100 a la cocina, creyeron haber hallado una solución revolucionaria. Era un único tubo grueso platinado, con baño de plata?, con un agujero en la parte superior, con un recipiente llamado corona del quemador o capucha, que se encendía sin ruido, entonces la gasificación se realizaba perfectamente. Además le tomaría mucho mas tiempo taparse al tubo grueso que a los delgados. En la práctica, el resultado fue que los depósitos de carbón en el tubo, poco a poco actuaban como un aislante del calor y la cocina comenzaba a “soplar”, esto es, el querosene penetraba sin gasificar desde el agujero, produciendo una llama inconstante y maloliente, con la correspondiente incomodidad y riesgo de incendio.

En el Golfo Pérsico, Irán, Irak y la Península Arábiga, la cocina 100 se hizo de todo modo popular, lo que probablemente se explique porque allí se proveía de un querosene de calidad inusualmente alta, que impedía los depósitos de carbón. Un técnico en reparaciones de Teherán, un honorable hombre de Choa, me dijo que nada hay que supere al quemador 100, en especial después que nosotros produjimos una variante con una boquilla cambiable sobre el tubo de gasificación. 

Las impurezas del queroseno, y aun más las de la nafta y el alcohol azul, condujeron a que el quemador se transformara en una mercancía de consumo en gran escala, mientras que la venta de los aparatos cayo, subió la venta de quemadores. Las cocinas suecas se encarecieron para muchos, pero cuando llegaba la hora de cambiar el quemador tenía que ser Primus o alguna otra de las marcas suecas.

Se comenzó a vender una cantidad grande de repuestos: boquillas, agujas de limpieza, pero también válvulas de la bomba, tapas del tanque, llaves de aire y varias juntas. En el trabajo en el campo estaba incluido el que con gusto visitara a algunos técnicos en reparaciones de cocinas y de queroseno y, aun con el agregado de una gran dosis de cortesía, tuve la impresión que ellos estaban mucho más inclinados por nuestra marca Primus que los revendedores. Un buen trabajo, de parte de ellos, significaba repuestos Primus “originales” en las cocinas que arreglaban.

El problema del precalentamiento del quemador exigía una solución. Se podía pasar a la nafta o al alcohol azul, que requerían un precalentamiento insignificante, pero era un combustible más caro, y para el alcohol azul, con un efecto calórico considerablemente menor y más rápida formación de los depósitos de carbón.

Al fin apareció el llamado encendido rápido. Funcionaba de modo que el queroseno, a alta presión, se fraccionaba en tal grado que, cuando pasaba por una pequeñísima boquilla, se gasificaba. Se empezó por instalar estos encendedores rápidos en los sopletes de soldar más grandes, después en lámparas y, por último, en cocinas, pero no fue ningún éxito grande. Eran caros y delicados en su construcción.

Para el gran, y todavía firme, círculo de clientes de Primus, los que se contentaban con la cocina de tres patas, aquel precalentamiento era una de las tantas tareas rutinarias cotidianas. Como ya se dijo, se bombeaba un poco de querosene y se encendía en el platillo de alcohol, que podía soplar, flamear y quemarse hasta que llegaba el momento de cerrar la llave de aire y dar otros golpes con la bomba. He visto con cierta preocupación, que el procedimiento en algunos hogares, y preguntando si no tenían miedo, si no era mas seguro traer algo de alcohol azul para el precalentamiento. Contestaban: “¿Para qué?” Esa era la contra pregunta. 

El último y decisivo desarrollo en la construcción de Primus fue el pasaje al gas comprimido como combustible. 
Primus se adhirió en la medida en que las primeras cocinas de acampar que se lanzaron fueron de nombre “Primus”, pero las ideas vinieron de Norteamérica, y no fue asunto de nuevas patentes. Con la empresa Primus – Sievert esa venta florece todavía sin signos de envejecimiento.
 
La relación de B.A Hjorth con las competidoras de Primus estaba caracterizada por el desprecio y la sub.-valoración: “esos imitadores quebraran pronto”, podía dejar escapar, inconsciente de cuan efectivamente él mismo ayudó a que siguieran viviendo.
Con la información de los resultados en la mano, se le pudo haber dicho a Hjorth que debió haber abandonado todas esas múltiples ocupaciones, el sacar una variante tras otra en series cortas de producción. 

Se transformo en una cantidad totalmente inmanejable de modelos, mientras que aproximadamente 10 de ellos representaban el 90% del movimiento de negocios. Piensan si se hubiera detenido a realizar, en grandes series, cuatro o cinco variantes del modelo No. 1, el precio habría sido entonces difícil de vencer, no solo por los fabricantes suecos sino también por muchos extranjeros, que ni siquiera hubieran tenido, en ese caso, la idea de hacerse competidores. 

Pero el Primus No. 1 pago por toda la torpeza de muy extraños productos. Además, el precio del numero 1 debía tener un seguro nivel de ganancia.

Por supuesto, Hjorth tenía un brillante sentido de los negocios, pero lo que carecía era de una inclinación a buscar productos para fabricación masiva. Más inclinado estaba a la múltiple actividad, a tener muchos hierros en el fuego a la vez.

La cocina No 1 tenía un depósito de combustible de algo más de un litro. Alrededor de esa capacidad, con variantes de 2 a 3 decilitros, se agrupaban seis modelos con el llamado quemador ruidoso, cinco con quemadores silenciosos, y dos con el llamado quemador 100 (tubos de gasificación platinados). Si a esto agregamos que las cocinas podían obtenerse con el llamado encendedor, un tubo que capturaría la última llama del alcohol del platillo y encendería la cocina, después de que se cerrara la llave y se bombeara el aparato , tendríamos 26 cocinas del número 1. Si después agregamos tres cocinas con soporte de hierro, dos de la variante 100 con boquilla sobre el tubo de gasificación y tres modelos con perilla, ¡estamos en 34 modelos!

Había servicio al consumidor, si vendía un pedido urgente de mil cocinas con encendedor, que no había en depósito, pero en cambio había sin encendedor, entonces no se consideraba otra cosa que el personal del depósito desempacara las cocinas, le pusiera los encendedores y las volviera a empacar y cerrar en sus cartones. 

Cuando apareció la cocina deportiva, se busco ser un poco más restrictivo, pero bien recuerdo como fabricábamos una diminuta pero útil cocina de nafta, No. 71 (2), que de cualquier manera, para un cliente en México no era suficientemente pequeña. Contra un pedido de 2000 unidades, se haría un recipiente más chico y otra forma de fijación de la cocina en cierta posición. La producción se hizo más lenta, lo que causó una estruendosa pérdida, que en principio, Primus No 1 tuvo que pagar.

En el sector de los sopletes de soldar, eran más de 100 modelos, que se crearon en forma de aparatos de calor, sistemas de encendido con depósitos separados y una veintena de sopletes a queroseno y nafta. Un solo modelo en dos variaciones, con depósito de medio y de un litro, era el responsable de 80% de las ventas.