Relatos de Aldo Mazzoni

Accesorios

No fue suficiente con esto. Debíamos también tener detalles casi imposibles para agregar a los aparatos, preferiblemente de fabricación propia. 

Teníamos dos tipos de protección contra el viento (1), para colocar alrededor del platillo de alcohol y el quemador, durante el precalentamiento, si había viento. 

Teníamos tres tipos de embudos para el relleno del querosene tres alcuzas para el llenado del platillo, tres rejillas de hierro fundido para colocar sobre el anillo de cocina y distribuir mejor el calor. 
Teníamos una caja para el transporte, ajustada a la cocina No 1, que por tanto fue adecuada para campamento, una fuente de aluminio en la que podía instalarse la cocina. 

Teníamos un soporte, como un sombrero de tres picos, sobre el que podían apoyarse planchas (2), teníamos un tostador de café y hornos con y sin patas. Para mayor estabilidad de la cocina se fabricaron dos tipos de soporte de hierro fundido, uno para 1 cocina, otro para 3 cocinas, que podían colocarse en el agujero del soporte. 

Vendíamos pasta Bono, esto es alcohol azul solidó en tubos de tipo de los de la pasta de dientes, para poner en el platillo, y casi como la corona de la obra, soportes de cuerda para colgar ropa (3), originariamente surgidos de una cantidad de soportes sin base, sobrantes al final de la primera guerra mundial, de las lámparas de acetileno que se transformaron en soportes de cuerda para colgar ropa. 

Nada le era ajeno a B.A. Hjorth y nada era más divertido para el Jefe de Fábrica, Sigurd Bentzer, que hacer aparecer un producto atrás de otro.
¿Cómo se veían los cálculos? No había costos de desarrollo, se hacían en horas extras, no remuneradas, de S. Bentzer.

¿Herramientas de producción? Se “torneaban” o “hacían”, si no las había ya, y solo necesitaran algún pequeño cambio, “que no valía la pena mencionar”. La alegría de Bentzer ante todo este trabajo de precisión era contagioso.

¿Planos? No se necesitaban ni para la producción ordinaria, todavía menos para las pequeñas variantes. Los costos de almacenamiento no se calculaban, vivíamos en locales propios y había tierra para ampliaciones. La fijación de capital en depósito tampoco importaba, pues las cuentas bancarias eran abundantes y el interés bajo.

Un administrador de hoy puede preguntarse ¿Cuánto mayor volumen de producción pudo obtenerse, con iguales recursos en máquinas y gente, si el programa de producción se hubiera limitado a los productos de gran venta?, ¿Cuánto más barata habría podido ser la cocina No 1?, ¿Cuánto se habría limitado entonces la competencia?